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EL PROFESOR FERNÁNDEZ DE LA GÁNDARA Y EL DERECHO DE SOCIEDADES

Dr. José Miguel Embid Irujo - Universidad de Valencia

Acaba de ver la luz un compacto volumen cuyo título (Estudios de Derecho de Sociedades. Liber Amicorum Profesor Luis Fernández de la Gándara, Cizur Menor, Aranzadi, 2016, 928 páginas), además de ilustrar nítidamente al potencial lector sobre su contenido, deja pocas dudas sobre su finalidad. Se trata –no hacen falta demasiadas explicaciones- de una obra conjunta, elaborada por un amplio elenco de profesores universitarios, en homenaje a un distinguido colega, destacado, a la vez, por el relieve de sus estudios sobre la disciplina jurídica que da unidad a las aportaciones en ella contenidas. El libro, que ha sido coordinado por los profesores Rodríguez Artigas, Esteban Velasco y Sánchez Álvarez, se inserta, así, en la mejor tradición de los usos universitarios, que, como la propia institución de la que derivan, no son precisamente de hoy.

Y es que, en mi opinión, no sólo es honroso cumplir, de la mejor manera posible, con las obligaciones específicas que penden sobre todo profesor universitario (la docencia y la investigación, en este y también en el otro orden posible), sino que más honroso todavía es mostrar públicamente el aprecio y la estimación que el magisterio académico merece. Nunca fue del todo cierto el conocido aforismo de que “el buen paño en el arca se vende”, aunque militen a su favor algunas opiniones; mucho menos cierto, y aun incluso reprobable, es fomentar, por acción u omisión, el silencio respecto de una trayectoria universitaria relevante. La conciencia de este deber, que honra, como digo, a quien lo observa, se encuentra muy viva, por fortuna, entre los mercantilistas españoles; de ahí se han derivado, y es de esperar que así siga sucediendo, un buen  número de libros-homenaje a los que ahora se une, muy bien venido, este en honor del profesor Fernández de la Gándara, al que se refiere el presente commendario.

El lector de esta modesta tribuna y, en general, quienes se interesan por el Derecho de sociedades o, más ampliamente, por el Derecho mercantil, no necesitan que se les informe de los méritos o circunstancias concurrentes en la persona del profesor Fernández de la Gándara. Son sobradamente conocidas sus publicaciones, fruto de una intensa labor investigadora iniciada hace algo más de medio siglo en la Universidad de Valladolid y que ha continuado hasta nuestros días gracias al extenso y singular periplo académico protagonizado por nuestro autor, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras. Conviene resaltar la internacionalidad del profesor Fernández de la Gándara, sobre todo por su carácter inusual en nuestro gremio, al menos hasta fechas recientes; pero, del mismo modo, es imprescindible destacar su brillante desempeño académico en varias universidades españolas, circunstancia que no era infrecuente en épocas pasadas se ha convertido ya desde hace años en una suerte de “especie en extinción”. Y ello, no por alguna grave mutación genética o por la caída de un gran meteorito; la respuesta, que aquí no cabe exponer, se debe buscar, más bien, en la transformación de las universidades españolas en fortalezas inaccesibles, salvo para quienes (pensemos que por suerte) hayan conseguido situarse, seguramente desde el comienzo de sus estudios, dentro de sus muros.

En esa larga actividad universitaria, y también en su labor como abogado, el Derecho de sociedades ha sido el “compañero de viaje” ideal para el profesor Fernández de la Gándara. No quiero decir, con ello, que sólo esta disciplina jurídica, a cuya conformación dogmática y técnica tanto ha contribuido nuestro autor, haya sido objeto de análisis por él; muchos otros sectores del Derecho mercantil han recibido su visita, dejando en todos ellos la huella de su rigor académico, la profundidad de su pensamiento y la perenne inclinación a estudiar cualquier materia jurídica desde una perspectiva comparada, por considerar que los ordenamientos nacionales no son más que perspectivas parciales en la aproximación a los problemas de los que el jurista ha de ocuparse necesariamente.

No me detendré ahora en comentar el contenido de este Liber Amicorum, como consecuencia, sobre todo, de su notable extensión, directamente vinculada con el elevado número de participantes, así como por la estricta economía a la que procuro someter esta tribuna. Sí resulta obligado señalar el interés objetivo de la obra, cuya utilidad para los múltiples interesados en el Derecho de sociedades resulta palmaria. Allí encontrará el lector una amplia representación de los temas que marcan la actualidad de dicha disciplina, sin que a su lado falten materias más tradicionales, las cuales, sin perjuicio de su clasicismo, terminan reapareciendo con frecuencia en la presente operativa societaria bajo vestiduras singulares, a veces exóticas, a veces simplemente dictadas por las modas intelectuales que, de manera inevitable, nos invaden. Es importante destacar, en todo caso, que el Derecho de sociedades no es una materia jurídica aislada dentro de esa categoría, de homogeneidad siempre problemática, a la que denominamos Derecho mercantil. Por eso, en la obra reseñada también encontrará el lector aportaciones expresivas del intenso vínculo existente entre la ordenación jurídica de las sociedades y muy distintos ámbitos de regulación del Mercado y la Empresa, poniendo de manifiesto la dificultad y la inconveniencia de edificar muros supuestamente conceptuales entre todos ellos.

Es muy acertado que la obra “Estudios de Derecho de Sociedades”, como manifestación de homenaje al profesor Fernández de la Gándara, se haya acogido a la venerable y, a la vez, entrañable fórmula del Liber Amicorum; con ella se gana en cercanía y no se pierde en profundidad, de modo que el homenajeado podrá percibir cuan extenso es el elenco de sus amigos y cómo la amistad se traduce en última instancia en crecimiento intelectual. Es evidente, no obstante, que cumpliendo estos requisitos todos los que en el libro están, no aparecen en él todos los que son; dicho de otra manera, son muchos los amigos del profesor Fernández de la Gándara que, por diversas razones, no se han convertido en autores de estos “Estudios”, lo cual no reduce en un ápice su amistad ni impedirá, a buen seguro, su difusión. Quizá sea ésta, por tanto, la última lección (por el momento) que quepa extraer de una obra como la que nos ha ocupado, con la finalidad de dar cauce simultáneo a los imperativos de la amistad y las exigencias del magisterio; más allá del testimonio que el Liber Amicorum dedicado al profesor Fernández de la Gándara supone, parece obligado concluir señalando que no hay mejor manera de rendir homenaje a un maestro universitario que estudiar su obra y asumir su ejemplo. Sólo así se da cauce al imperativo de continuidad que la Universidad implica y se hace posible el incremento del saber. Ad multos annos!

José Miguel Embid Irujo